
Una de las principales reivindicaciones del movimiento obrero tras la Revolución Industrial fue la limitación de la jornada de trabajo. El objetivo se alcanzó en determinados sectores, pero los gobiernos se resistían a que la medida tuviera carácter estatal. En el caso de España, ya en 1891 se había declarado una huelga para conseguir esas anheladas ocho horas, pero no fructificó. Sería otra huelga, la de la Canadiense convocada en Barcelona en 1919, la que lo conseguiría finalmente.
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